martes, 17 de marzo de 2009

Debe arder la vejez y delirar al fin del día (dos clips)

Dylan Thomas

(cliquear en Dylan y en Thomas)

Agrego aquí esta versión recomendada por Jorge Aulicino:

NO ENTRES DOCILMENTE EN ESA NOCHE QUIETA

No entres dócilmente en esa noche quieta.
La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.

Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,
porque sus palabras no ensartaron relámpagos
no entran dócilmente en esa noche quieta.

Los buenos, que tras la última inquietud lloran por ese brillo
con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde
rabian, rabian contra la agonía de la luz.

Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera
y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino
no entran dócilmente en esa noche quieta.

Los solemnes, cercanos a la muerte,
que ven con mirada deslumbrante
cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse
y arder como meteoros
rabian, rabian contra la agonía de la luz.

Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo
maldice, bendice, que yo ahora imploro
con la vehemencia de tus lágrimas.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.

Trad. Elizabeth Azcona Cranwell, Dylan Thomas, poemas completos. Ediciones Corrregidor, Buenos Aires, 1974
***
No entres dócil en esa dulce noche
No entres dócil en esa dulce noche:
debe arder la vejez y delirar al fin del día;
rabia, rabia contra la agonía de la luz.

Aunque sepa al morir que la tiniebla es justa,
porque sus palabras no relampaguearon el sabio
no entra dócil en esa dulce noche.

Tras la última ola el hombre honrado, clamando lo brillantes
que habrían bailado sus gestas pobres en las bahías verdes,
rabia, rabia contra la agonía de la luz.

El rebelde, que atrapó el sol cantándolo en su vuelo
pero aprende, tarde, que lloraba su paso,
no entra dócil en esa dulce noche.

El solemne, en su muerte, al ver con vista cegadora
que ojos ciegos podrían flamear como meteoros, alegres,
rabia, rabia contra la agonía de la luz.

Y tú, padre, allá en la altura triste,
con llanto feroz maldice, bendíceme ahora, te ruego.
No entres dócil en esa dulce noche.
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.
***

Do not go gentle into that good night/ Do not go gentle into that good night, / Old age should burn and rave at close of day;/ Rage, rage against the dying of the light. // Though wise men at their end know dark is right, / Because their words had forked no lightning they / Do not go gentle into that good night. // Good men, the last wave by, crying how bright / Their frail deeds might have danced in a green bay, / Rage, rage against the dying of the light. // Wild men who caught and sang the sun in flight, / And learn, too late, they grieved it on its way, / Do not go gentle into that good night. // Grave men, near death, who see with blinding sight / Blind eyes could blaze like meteors and be gay, / Rage, rage against the dying of the light. //And you, my father, there on the sad height, / Curse, bless, me now with your fierce tears, I pray. / Do not go gentle into that good night. / Rage, rage against the dying of the light.

6 comentarios:

hugo luna dijo...

durante años leí este texto -com otros de d t- en traducción... op no recuerdo... no entres docilmente en esa noche quieta... gracias gracias IG!!

Irene Gruss dijo...

Sí, la traducción no me gusta nada. Ya encontraré otra más digna. Gracias, Irene

Jorge Aulicino dijo...

Me parece que la de Azcona Cranwell es bastante buena


No entres dócilmente en esa noche quieta.
La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.

Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,
porque sus palabras no ensartaron relámpagos
no entran dócilmente en esa noche quieta.

Los buenos, que tras la última inquietud lloran por ese brillo
con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde
rabian, rabian contra la agonía de la luz.

Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera
y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino
no entran dócilmente en esa noche quieta.

Los solemnes, cercanos a la muerte,
que ven con mirada deslumbrante
cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse
y arder como meteoros
rabian, rabian contra la agonía de la luz.

Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo
maldice, bendice, que yo ahora imploro
con la vehemencia de tus lágrimas.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.

Trad. Elizabeth Azcona Cranwell, Dylan Thomas, poemas completos. Ediciones Corrregidor, Buenos Aires, 1974

Irene Gruss dijo...

Gracias. Buscarela y hallarela, Irene

Bruno Di Benedetto dijo...

Sí, me gusta la de Azcona Cranwell. Aunque escuchar el poema en la voz de Thomas es una experiencia en sí misma, aún para los que, como yo, entendemos poco y nada de inglés.
Se agradece, Irene.

Irene Gruss dijo...

Se agradece a Usted por la visita, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char