lunes, 25 de septiembre de 2017

El viento hace su ronda

Aurora Bernárdez
(Buenos Aires, Argentina, 1920​​​ - París, Francia, 2014)

La tarea de escribir

Llenarás las palabras de ti mismo, 
llenarás las palabras de palabras, 
llenarás con las cosas las palabras: 
quedan siempre vacías.
Vaciarás las palabras de ti mismo, 
vaciarás las palabras de palabras, 
vaciarás de las cosas las palabras: 
queda siempre el vacío.
¿Dónde estarás tú mismo, 
dónde las cosas, dónde las palabras?
***
DUELOS
(Drama en dos actos y un epílogo)

Primer acto
“Su muerte fue un rayo en un día sin nubes”,
dice una, y al lado:
“En nuestro cielo se apagó otra estrella”.
Piensan:
“Nunca le dije te queremos tanto.
Pésame Dios mío y pésame también
por el sol nuestro de cada día
que no verá, por la noche íntima,
por la pluralidad del mundo que dejó de asombrarlo”.
Secos los ojos,
ni un temblor en la voz.

Segundo acto
El gato se arrima a nuestras piernas,
deja que lo acaricie. En la penumbra ya:
“¿Y el tuyo?”. Ella se crispa de dolor:
“No digas nada, no quiero hablar”.
Las lágrimas titilan en sus ojos.
Púdicamente bajamos la mirada
hasta las manos lacias.

Epílogo
“Los días ya se acortan.
Es hora de ir saliendo.”

(París, 3 de octubre de 1985)
***
TILO EN DEYÁ
Para Arnaldo

El tilo, entero en su estar.
Lo transparenta el sol.
Verde es el sol en el tilo.
El viento hace su ronda:
cimbra desde la raíz el ciprés,
tiemblan las hojas del almendro;
el tilo asiente, saluda,
su gran cuerpo respira.
¿Duerme? ¿Duerme de noche?
¿Sueña su perfume que perfuma mi sueño?

(Deyá, 4 de junio de 1984)
***
INVIERNO

Delante de la puerta
la paulonia
suelta la última hoja,
fugaz óxido en el gris terco de la piedra.
Mi vecina asoma la cabeza erizada,
el camisón cae desde sus vastos hombros
como un sudario.
La saludo.
¿Suena mi voz en largos corredores solitarios?
¿Qué fantasma la sigue?
Desencaja los ojos apagados,
su pavor encrespa el aire inmóvil.
¿Quién es? pregunta.
Mejor no contestarle.
Espera, sin moverse.
Después
tiende la percha de los brazos.
Los postigos se cierran.
No queda un solo pájaro.

(París, 1° de octubre de 1985)

Tomados de megustaleer.com.ar

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char