martes, 10 de octubre de 2017

Un vocablo ocre, grueso, masculino

Carina Sedevich

(Santa Fe-Argentina, 1972. Reside en Córdoba, Argentina)

Para desear un silencio perfecto
basta escuchar una paloma en celo.-
***

AH, LOS POCOS GRILLOS del feliz febrero.
Escurren su azul entre las alas fibrosas.
Mi alma se pliega en fina filigrana:
un sobre traslúcido que guarda un tesoro.

Me vuelvo la hija de mi hermana en sus brazos.
Me vuelvo mi madre tendida en su cama
-y el agua de la cava donde nada su padre
y la planta oscura que crece en su cuadra

al borde de las vías, al fondo de la casa,
recogida de noche por abuelas dolientes.
La planta milagrosa que se denominaba
con un vocablo ocre, grueso, masculino.-

PRIMERA MAÑANA de diciembre.
Me detengo bajo un árbol y lo anoto:
Buen trabajo. Los seres que he querido
han podido alejarse de mí.
*** 
Canción para tener mi hija

1
Hija: algo tienen que ver las campanas con dios.
Los monjes azotan sus badajos en la torre más alta de la iglesia.
El aire se vuelve luminoso en el grito opaco del metal.
El cielo reverbera, más humano.

*

-Aquí, tu pobre madre, como el valle,
posee apenas dos vestidos.-

*

Hija: es el viento.
Mueve las flores amarillas.
Se entibia en esa incandescencia.
Los pájaros parece que sonrieran,
siguiéndolo.
Es el viento de la primavera.
Hoy me puse
ese perfume antiguo en las muñecas.
Extraño el tiempo de las cosas nuevas.
Mi vientre está hinchado
pero sólo de pena.
Yo quería mostrarte las semillas
de las primeras sandías del verano.
Ya pasó, querida, nuestro tiempo.
Tu madre tiene canas y se cansa
pero querría escucharte cada día.
Es el viento, hija. Va a llover.
*
El viento se mueve.
Mi corazón se mueve
pero ansía ser como la piedra
constelada
que sostiene mis brazos
mientras mis brazos
sostienen mi frente.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char